martes, 27 de julio de 2010

Charlas de quincho

Los Kirchner no aceptan reuniones de gabinete, pero las hacen informales a 10.000 metros de altura. Fue el caso este fin de semana, cuando casi todos los ministros debieron dejar a sus familias para acompañar al matrimonio a Santiago del Estero. Allí hubo discusiones entre «atlantistas» y «caribeñistas», pero la estrella fue un ministro por el uso que les da a las redes sociales como medio de comunicar sus actos. En tierra firme, un peronista anti-K organizó su cumpleaños casi como una reunión de viejos colaboradores y nuevos aliados (algunos faltaron, con aviso). El tema del matrimonio homosexual se tocó, pero sobre todo la forma en que un obispo quedó ante la sociedad como «el malo de la película», pese a que en su fuero íntimo su pensamiento era diferente de lo que dijo en público. Veamos.



Gerónimo «Momo» Venegas junto a Felipe Solá en «Mal de Amores».


El clima de jarana le ganó al sueño ayer a la madrugada, cuando el Tango 01 regresaba entre tinieblas de Santiago del Estero al Aeroparque, con la delegación que había acompañado a los Kirchner al acto de aniversario de la fundación de la capital de esa provincia, extraña misión para un sábado, dejando a los ministros lejos de familiares y otros seres queridos (atendidos muchas veces en esos descansaderos que permiten los fines de semana). ¿Por qué tanto mimo con los santiagueños de Gerardo Zamora, el mendocino que gobierna esa provincia? Para el matrimonio, es la plaza predilecta de sus experimentos políticos, y eso explica que postergasen cualquier descanso para estar en una fiesta como la que hizo Zamora para el cumpleaños 457 de la «madre de ciudades», como llaman los santiagueños a su capital.

Allí se hizo el primer ensayo de transversalidad con radicales, retomando la vieja idea del Frente Cívico que la UCR había aplicado con éxito una década antes para quedarse con el poder en Catamarca. Además, esa perla tienen que lustrarla a cada rato porque una serie de intervenciones hace que Santiago tenga una fecha de elecciones locales despegada de las nacionales, algo que levanta el precio del amor de los dirigentes locales. Allí, además, ensayó Kirchner -con una explosión controlada- su primer ataque al peronismo pejotista haciendo caer al Gobierno del juarismo. Se dio cuenta de que no había respuesta orgánica, y eso lo animó a otras escaramuzas, como la que emprendió, tampoco con mucha respuesta, contra el duhaldismo, al que terminó usando en su beneficio en las elecciones que siguieron a 2003. ¿Justifica eso que casi todo el gabinete se quedase sin descanso el domingo? Sí, si además esos viajes funcionan como verdaderas reuniones de gabinete, algo que los gobiernos Kirchner no tienen de manera formal (la manera de controlar de a uno la lealtad de los funcionarios y, también, expresión del pánico de este oficialismo a que trasciendan las iniciativas hacia el público a través de la prensa).

Esos viajes son oportunidad para que los ministros se hagan amigos de sus colegas, negocien algunas iniciativas, que puedan aprovechar -cruzando anécdotas- la experiencia ajena. No es algo menor que en una visita como ésa los funcionarios conociesen algunas delicatessen que producen los santiagueños, que los llenaron de bolsas con dulces, confituras, quesos, licores y hasta empanadas para comer en casa, al regreso, que esta vez fue a la una de ayer. En ese clima de reunión de gabinete que se creó a miles de metros de altura, calificado por la presencia de Néstor Kirchner -que ha sumado estos viajes oficiales junto a Cristina a su agenda de campaña con la novedad que da a la prensa local los reportajes que le niega a prensa nacional-, hubo tiempo para el debate sobre temas graves en los cuales el Gobierno Kirchner busca su rol, como la crisis entre Colombia y Venezuela. Es la más estridente en una región que ya sufre los entuertos entre la Argentina y Uruguay por Botnia o los que mantiene en sordina Chile con Perú (hasta con una trama de espías, algo no exclusivo de los argentinos).

La cuestión dividió en ese debate a 10.000 metros de altura a «atlantistas» de «caribeños». Éstos creen que hay una oportunidad allí para que Néstor Kirchner debute como mediador en una crisis en serio para señalar el apoyo criollo a la figura de Chávez, quien, hablando en plata, sigue siendo el socio político del Gobierno más consecuente en materia de negocios y al que hay que proteger de una crisis que podría, por extensión, perjudicar a tamaño amigo. Estos caribeñistas son quienes convencieron a Kirchner de que viaje esta semana a Ecuador a sentarse junto a Rafael Correa, que necesita, como presidente temporal de Unasur, una oportunidad para mostrar uñas en estas peleas entre países. Los «atlantistas», en cambio, creen que la Argentina tiene que meterse lo menos posible en esta puja porque es darles protagonismo a líderes como Álvaro Uribe o Hugo Chávez en movimientos que responden a su situación interna que nunca consultarían con la Argentina ninguna decisión importante. Además, le dijeron a Kirchner en esa reunión de alto vuelo: «¿Qué sentido tiene ir a hablar esta semana con Uribe, que deja el Gobierno el próximo fin de semana? ¿Por qué no esperar a que asuma Juan Manuel Santos?».

Este criterio de los atlantistas, hombres más ligados a la diplomacia oficial -los «caribeños» se ufanan de manejar sedes paralelas-, se basa en la presunción de que todo el lío con Venezuela es un regalo que le deja Uribe a Santos. Cuando éste estaba de campaña, Chávez, Correa y toda la tira de la izquierda regional lo señalaba como el peor candidato por su belicismo, que sería -decían- peor que Uribe, por lo que se le había visto hacer y decir como su ministro de Defensa. Ocurre ahora que Uribe, con la denuncia en la OEA contra Caracas por proteger a las FARC, convierte a Santos en un blando y en un hombre con más capacidad de diálogo, a quien Uribe -cargando con todos los costos políticos- le deja el nuevo capítulo de paz y amistad apenas asuma el cargo. Si esta presunción es cierta, ¿por qué temer?, le dicen estos atlantistas a Kirchner, quien, sin embargo, esta noche, pidió ver a Santos después que éste visite a Cristina por la tarde en Casa de Gobierno. Será en una recoleta cena que ofrecerá el embajador de Colombia en Buenos Aires, Álvaro García, en su departamento de Av. Del Libertador y República Árabe Siria, donde estuvo ya Kirchner hace un mes con embajadores de países que pertenecen a la Unasur y de donde salió encantado del menú que sirvió María Alejandra, la esposa del embajador de Uribe, una periodista, experta además en cocina, graduada en una de las mejores escuelas de Buenos Aires y con mano inmejorable para cazuelas y cacerolas.

Esta cena fue negociada en las últimas horas por los escuderos de Kirchner en esa sinecura de la Unasur, Rafael Follonier y Juan Manuel Abal Medina, dos caribeñistas que hacen diplomacia sin fueros diplomáticos. Según supimos, en ese vuelo del Tango 01 la cita no fue fácil de cerrar porque Santos no había incluido a la Argentina en el viaje de debut que había previsto por el barrio para esta semana. Figuraban hasta hace una semana sólo Alan García y Sebastián Piñera -con quien almorzará hoy Santos en el Palacio de La Moneda de Santiago de Chile-. De la Casa Rosada mandaron a averiguar por qué el nuevo presidente no incluía a la Argentina ni a Cristina en ese viaje. «El presidente Santos está respondiendo a invitaciones que le hicieron los presidentes que lo llamaron para felicitarlo por su triunfo, que además de eso lo invitaron a viajar a sus países. Por eso va a Chile y a Perú». Intervinieron los atlantistas y localizaron al mandatario electo antes de partir para invitarlo esta tarde a reunirse con Cristina en Casa de Gobierno; allí no estará Kirchner, que a la misma hora (a eso de las 19) tiene que hablar en un acto por el aniversario de Eva Perón junto a Moyano. Por eso cena a solas con Santos, adonde no irá Cristina, en casa del embajador García. No entendió el visitante esa división de tareas. «No quieren mezclar los roles», respondieron los caribeños.

Pero más importante que estas fintas globales fue en ese viaje el tiempo que le dedicaron a esa novedad oficial que es «Twinerman», como llaman muchos a Héctor Timerman, que pasó de vivir en Washington a vivir en Twitter, ya que toda su relación con la realidad -para el Gobierno el periodismo es la realidad- la mantiene a través de mensajes, diálogo y debates en esa red social a la que se suman quienes viven colgados de las PC o de los teléfonos con capacidad para enlazarse a través de internet. Desde que asumió en la Cancillería, todos los asuntos los despacha por esa vía, no tiene vocero, durmió a la oficina de prensa del ministerio, y cuando tiene que decir o de qué quejarse lo cuelga del Twitter. Los periodistas, fascinados, lo siguen y hacen notas sobre las pocas frases que pone Timerman por día. Las notas de la última semana sobre el caso Botnia se hicieron en todos los diarios sobre la base de esos mensajes que tienen como límite los 140 caracteres. Algunos diarios ponen secciones que reflejan esos breves textos, con lo cual agreden a sus lectores, que seguramente también saben «twittear».

Los mensajes que pone Timerman coincidieron con que el Gobierno mantiene una pulseada con el Uruguay sobre la manera como los auditores de la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU, un ente con funcionarios de los dos países) ingresarán a la polémica planta de Botnia. Más allá de lo que puedan hablar los ministros y los presidentes en reuniones, Timerman y Luis Almagro (canciller de Pepe Mujica) están negociando por esa red. ¿Alguna vez se declarará una guerra, o una paz, mediante este ingenio que parecía reservado a los chicos o a los nerds que viven colgados de la red? La cuestión que esta ocurrencia de «Twinerman» (Timerman) produjo en los últimos días la base de la información de las notas de todos los diarios, con un centimetraje envidiable para el Gobierno en otros temas. Con pulsar el teclado, este funcionario parece lograr más que millones de pesos gastados en publicidad y en «contener» a periodistas y medios amigos, y a estrategias que llegaron al ridículo, como la orden a funcionarios de no hablar «off the record» con la prensa que dio Kirchner a través de Oscar Parrilli apenas asumió en 2003 o las maniobras del vocero mudo Miguel Núñez durante cinco años en la nómina.

Por eso, los ministros lo asaltaron en el Tango 01 ayer a la madrugada para preguntarse cómo podían hacer para lograr lo mismo, qué teléfono, que empresa lo asesoraba, quiénes le habían trazado esa estrategia. El canciller respondió lo que dice siempre, que se enteró de que existía Twitter el 25 de mayo pasado, cuando estaba en Canadá para una reunión como sherpa de Cristina en el G-20 y alguien se le acercó a charlar y le comentó: «¿Sabés que hay una cosa llamada Twitter?». Me interesa, me interesa, de los pies a la cabeza, diría Timerman, quien después de todo es un setentista y no olvida las grandes frases de los próceres de entonces. Se colgó a la novedad e hizo estallar la comunicación oficial en un Gobierno que no tenía muchos funcionarios en la red y que la usaban como herramienta de la vieja política, para desinformar o para insultar a los adversarios. Este gesto de Timerman arrastró a Daniel Scioli, que dio orden a sus funcionarios de colgarse de la red en una movida que le administra el hijo del intendente de San Martín, Ricardo Ivoskus, que a veces es opositor y a veces kirchneroide, con tal de mantener a raya a sus adversarios locales, el matrimonio Barrionuevo-Camaño y Carlos Brown. Hasta ahora lo logra con éxito y gracias, también, a estas mancias informáticas que le acerca su vástago Daniel, que así se llama.

De esas alturas kichneristas a las pampas argentinas, en uno de sus recintos más coquetos, el campo que ha dedicado al polo uno de los Heguy bajo la marca de La Ellerstina en General Rodríguez y en donde el cumpleañero Felipe Solá juntó el viernes a amigos y aliados para celebrar sus 60 años. Como la política criolla, oficialista y opositora, está discutiendo candidaturas -algo parecido al cambio de piel de algunas bestias-, es difícil armar fiestas porque son instantes en los cuales una foto puede ser el cielo o el infierno. Si no, que lo diga Ricardo Alfonsín, a quien un fogonazo en Chascomús le provocó casi un cisma partidario. Por eso el puñado de dirigentes y amigos que se costearon en día de semana el viaje hasta Mal de Amores, el restorán que está en una esquina de campo entre el de los Heguy y la chacra en donde vive el ahora diputado, fue toda una señal o de la lealtad o del afecto. En lo político, lo más indicativo fue la presencia del dirigente de los obreros rurales Gerónimo «Momo» Venegas y uno de los dueños del macrismo, el diputado Federico Pinedo. Dos de los invitados que compiten con Solá por la misma silla de la gobernación, Sergio Massa y Federico de Narváez, se disculparon por teléfono, los dos desde el mismo lugar en donde pasaron el fin de semana, Miami, Florida, ciudad que ha despertado las especulaciones sobre alguna conversación que pudieron tener lejos del país, pero muy cerca de donde pasa unos días alguien que puede encuadrarlos en un proyecto, el senador Carlos Reutemann, exhibido en fotos del week end en las playas cercanas a The Breakers, el hotel de Palm Beach.

El resto de la asistencia política fue otra señal del felipismo que fue y que quiere volver a ser: los ex ministros de Justicia Alberto Iribarne (de Kirchner), de Economía Martín Lousteau (también ex Kirchner), la ex ministra de Educación Susana Decibe (de Carlos Menem), el ex ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires León Arslanian (a quien los Kirchner han querido, en vano, como responsable de la seguridad nacional), el ex viceministro de Economía de Eduardo Duhalde, Jorge Todesca. También el intendente de Malvinas Argentinas, Jesús Cariglino, y un grupo de ex ministros provinciales y hoy legisladores como Roberto Mouilleron, Raúl Rivara, Claudia Rucci, Adriana García, Ismael Passaglia y Lorena Rossi o el principal asesor en materia constitucional hoy cerca de Duhalde, Alberto García Lema, y el ex recaudador provincial Santiago Montoya.

Con abogados de peso como este ex procurador y Arslanian no fue difícil que en los grupos que se acercaron a ellos con el pretexto de elogiar las empanadas, los choripanes y las brochettes que se sirvieron, los diálogos llevasen a discutir el dato más importante de la política hoy: la suerte del procesado Mauricio Macri. Recién con este avatar de tribunales aparece la importancia del personaje, a quien pocos le reconocían la gravitación nacional de la que sólo los macristas presumían. Ahora tambalea, y tambalea todo el escenario, lo que convierte su caso en apasionante. Imposible poner en boca de esos juristas algún concepto -sus honorarios, además, son carísimos-, pero en esos corros se coincidió en que la sentencia del segundo procesamiento no es difícil de voltear en un juicio oral, algo que convierte al ángulo político en el pertinente. Es el que puede hacer caer, si ocurren corrimientos de lealtades y alianzas, el futuro político de Macri, se escuchó allí. En lo técnico, dijeron algunos, faltó solidez en la apelación a la sentencia de Norberto Oyarbide a la figura de la asociación ilícita, algo difícil de probar en un juicio como éste, a un político que integra un Gobierno.

No le costó a Arslanian voltear esa figura en la Corte cuando se la aplicó la Justicia al ex funcionario menemista del PAMI Víctor Alderete, en sentencia que siguió el tribunal cuando se acusó de lo mismo a Carlos Menem en el caso armas. Tampoco sería desatinado que Macri recurriese, se escuchó entre empanada y empanada, al Tribunal de Casación, alegando gravedad institucional, como en la Corte que admitió discutir un amparo a la ley de medios argumentando que existía tal gravedad.

En esa pasión por los pronósticos que suele ganar a los políticos a medida que avanza una sobremesa, hubo muchos relatos de cómo puede irle en materia de lealtades a Macri a la hora de juntar los votos para zafar del juicio que él mismo se quiere montar, en la seguridad de que no habrá sufragios ni para acusarlo (algo cuyos efectos en la opinión pública deberá controlar). Se mira con cuidado a los votos que le faltan a la oposición para darle un disgusto -según algunos serían nueve, para otros cinco, para otros sólo cuatro- y la pregunta es qué pasará con quienes tienen otra terminal política como la de Daniel Amoroso con De Narváez, un beneficiario de un cataclismo de Macri. O los cuatro votos que se dice pueden responder al cardenal Jorge Bergoglio, enojado con «este muchacho» como llama a Macri desde que consintió un fallo porteño a favor de los matrimonios de gente del mismo sexo. La preocupación del macrismo es hoy tener a su favor esos votos bergoglistas con el argumento de que sus enemigos son peores para la fe.

Algo de eso estuvo en el diálogo que hace diez días -antes de la votación de la polémica ley en el Congreso- mantuvieron en el Vaticano Federico Pinedo y Jorge Triaca con el segundo del secretario de Estado Tarcisio Bertone. Pero igual el cardenal primado parece enojado a la hora de decidir si sus votos dejan prosperar la carrera de un hombre que tuvo esa inconsecuencia, que para algunos fue como la de Aníbal Ibarra al autorizar una exposición del blasfemo (dice la Iglesia) León Ferrari en un museo municipal, gesto que seguramente terminó con el Gobierno del hoy legislador y que ocurrió mucho antes que la tragedia de Cromañón, que sirvió de pretexto. Según algunos de los presentes, este tema del matrimonio del mismo sexo lo tiene mortificado como pocas otras cuestiones al primado, porque él fue objeto de befas e insultos en discursos en las plazas cuando dentro del Episcopado había sostenido una posición intermedia entre el rechazo y la aprobación, pero en la opinión pública apareció como un extremista. En una reunión de obispos -se contó- sostuvo que debía apoyarse algo parecido a la unión civil que sostenían diputados del peronismo, la UCR y el macrismo. Pero un sector de los obispos, liderados por el de La Plata, Héctor Aguer, enrolado en la ultraortodoxia, lo arrastró a Bergoglio a algo inusual, una votación, que perdió 12 a 6. Ganó, contra su criterio jesuita de lograr lo que se puede, la posición extrema que dejó a la Iglesia dividida, como que los curas villeros o de algunos barrios, por ejemplo, no leyeron su carta pidiendo oración ni movilizaron a gente a la marcha del Congreso en contra del proyecto, abriendo una herida que le llevará todo lo que le queda del cardenalato -se jubila el año que viene- restañar.

Durante la entrega del premio Gaviota Federal a Christian Sancho como Mejor Actor se escucharon relatos que rozan el mundo de la política y las finanzas, pero que es imposible encontrar en otros ambientes ajenos a la farándula, donde el principal «commodity» es el chisme. Por eso uno de los temas que captó la atención en Jackie O, donde se hizo la entrega del premio, fue el compromiso y próximo casamiento de Chelsea, la hija del ex presidente Bill Clinton y de Hillary, la actual secretario de Estado de los Estados Unidos. Chelsea, que tiene 29 años, se comprometió con el banquero Marc Mezvinsky, su novio de hace casi diez años. Marc es hijo de Edward Mezvinsky, ex diputado de Iowa, y de Marjorie Margolies, ex diputada por Pennsylvania. Quien será el consuegro de Bill Clinton terminó de purgar en 2008 una pena de casi seis años de prisión por estafas y fraude bancario. Estos datos y que la boda va a costar dos millones de dólares, además de que Clinton rechaza hablar de su consuegro y de que el compromiso se postergó en el pasado para que no complique la campaña de Hillary, son conocidos.

Pero uno de los asistentes a la premiación sorprendió a todos porque aportó una historia desconocida. Entre los damnificados por los fraudes del futuro consuegro de Clinton está un empresario argentino que tiene, entre otras, inversiones energéticas y es desarrollador inmobiliario. La historia tiene varios años. Fue a principios de este siglo, cuando el empresario necesitaba financiamiento para una obra de su empresa de energía. Uno de sus ingenieros fue contactado por un hombre de confianza de Ed Mezvinsky, quien se ofreció a intermediar para obtener la financiación en Estados Unidos a tasas convenientes. Este hombre había combatido en Vietnam junto al ex diputado y eran socios en varios negocios. El empresario argentino le pidió a su ingeniero que viajara a entrevistarse con Mezvinsky, que en ese momento era senador por Iowa. El legislador lo recibió en su casa de Pennsylvania. El hombre tenía una residencia estupenda y un gran prestigio porque después de la guerra adoptó cinco criaturas vietnamitas. La impresión del ingeniero fue más que positiva. Mezvinsky le aseguró que con su gestión iban a conseguir las varias decenas de millones que necesitaban en un lapso breve. El ingeniero, a su regreso, le contó con detalles a su jefe la reunión y el lujo que rodeaba la vida de Mezvinsky. Por eso no sospecharon cuando el legislador les pidió que depositaran 200 mil dólares en una cuenta para demostrar que eran solventes. Esos dólares no se iban a tocar hasta que no saliera el crédito. Como no tenían dudas sobre la honorabilidad del representante de Iowa, hicieron el depósito. El tiempo pasó, el crédito no apareció y los dólares desaparecieron de la cuenta. Tiempo después supieron que Mezvinsky no hizo ninguna gestión. Cuando radicaron la denuncia en el Departamento de Justicia se encontraron con que había una larga fila de damnificados, especialmente empresas que operaban en África por montos muy superiores. Cuando fue condenado, el futuro consuegro de Clinton fue obligado a enviar cartas a sus víctimas pidiendo disculpas por el fraude. Esa carta de disculpas todavía la conserva el empresario argentino.

Vamos a terminar con un chiste federal, escuchado en la Exposición Rural. Una profesora de fonética, rubia y de curvas esculturales, se siente desanimada ante los escasos progresos que advierte en una clase de hombres tartamudos, en su mayoría de provincias, que no dejan de mirarla con deseo mientras ella habla. Así un día, harta de que ninguno mejore, se planta frente a ellos y les dice: «A ver, al que consiga pronunciar correctamente el nombre de su ciudad natal le haré el amor sin frenos en la salita de aquí al lado». A los hombres se les encienden los ojos, pero se ponen aún más nerviosos.

«Empecemos con vos, el cordobés, ¿dónde naciste?», dice la profesora. El hombre traga saliva. «Vi-vi-vi-vi-villa Ma-ma-ma-ma-ma-ma-maría», tartamudea, sudando. «¡Aplazado! A ver vos, el de Río Negro, ¿dónde naciste?». El hombre se pone de pie, muy tenso, y dice: «Ci-ci-ci-ci-ci-po-po-polle-lle-lle-lle-tti». «¡A practicar! Vos, el santafesino...». «Ro-ro-ro-ro-ro-ro...», el hombre se seca la frente con un pañuelo, se afloja el nudo de la corbata, «...ro-ro-ro-ro-ro-sario». «¡Pésimo!», se impacienta ella. «Vos, el entrerriano, ¿de dónde sos?». «Gualeguay», exclama el hombre de un tirón, y la profesora queda muda. «Caramba... excelente», admite en voz baja. «Bueno... vamos al lado, yo cumplo con mis promesas».

En la salita, ambos se desvisten y empiezan a hacer el amor frenéticamente sobre una alfombra, en todas las posiciones. A la media hora, el hombre hace una pausa, tendido sobre ella, y la mira a la cara. «¿Sí? ¿Querés decirme algo?», pregunta la profesora; «...ch-ch-ch-ch-ch-ch-ch-ch-ch-chú!».

No hay comentarios:

Publicar un comentario